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Lo POÉTICO

Entrevista a Enrique Winter, Poeta

Enrique Winter (por Lauren Silver).jpg

Foto por Lauren Silver 

¿Qué caracteriza a las manifestaciones poéticas, o el acto poético?

El acto poético es una fisura, un tajo o un herida, de un espacio vacío o que te aspira. Es un espacio por el cual se cuela algún tipo de significado distinto de lo que aceptamos por realidad. En eso también cabe el lenguaje. De hecho, pensando en la distinción entre la poesía tradicional y la contemporánea, siempre la poesía que nos mantiene vivos, la que se ha sostenido en las distintas épocas, tiene que ver con una re-significación del lenguaje; con encontrar dentro del mundo de las palabras algo que no había estado observado, o sentido antes. Creo que el acto creativo es similar en ese aspecto. Son posibilidades de lenguaje: vía encabalgamientos, vía imágenes que se sobreponen, vía sonidos que remiten a un contenido distinto al que uno cree, u olores. Es una manifestación de esa sinestesia, de ese cambio o desorden de los sentidos. Pueden ser perfectamente cotidianos. Puede apelar a lo trascendente, o al misterio – en términos cuasi religiosos, pero también a pequeños desajustes. Por eso pienso en una fisura. En eso de ir por la calle y de pronto escuchar un giro lingüístico, recordar algo que no viene a cuenta, esas relaciones caprichosas entre elementos. Todo aquello que de algún modo da cuenta de un desorden, de la entropía, y que remite a un orden nuevo, sensible, alejado -paradojalmente- de lo que entendemos por cultura.

 

¿Qué pasa con los formatos de oda y panegírico, o himno y plegaria, y la intención que hay detrás de ellos por prestar devoción, pleitesía, enaltecimiento, adoración o alabanza?

Para mí esos términos son funciones, más que tipos de poesía o de intentos poéticos. Siento que el acto poético relacionado con una función previa es casi oxímoron. La poesía es justamente ese único lugar del lenguaje que no tiene una función: no tiene que contar una historia, no debe rendir una cuenta, ni convencer mediante un argumento. Es decir, pienso la poesía como ese lugar en que el lenguaje se opera a sí mismo, en que opera sin funciones externas. Respecto a la historia de cada una de ellas, por ser chilenos tenemos la oda mucho más de-sacralizada, de manera inconsciente incluso, a partir de las odas de Neruda. Cuando le canta al famoso Caldillo de Congrio, por ejemplo, pero también hay odas al nacimiento de un siervo, por dar un ejemplo de otra oda potente de él. Entonces, la celebración de un objeto, de un alimento, de un acto de la naturaleza, etc., por supuesto que puede ser parte de lo poético. Y tiene que ver con esa fisura, con ese entendimiento distinto de la realidad que te hablaba.

 

Ahora bien, un panegírico, es decir la celebración de alguien, la alabanza, que también estaría en el himno, y que de algún modo también está en la plegaria, aunque sea para pedir; ahí siempre está esa sensación de un otro superior, por supuesto, porque el otro superior también es una manera de explicación del misterio. 

Ahora, me parece que escribir un himno puede ser un trabajo muy digno, como cualquier otro, pero está un poco desvinculado del acto poético. Lo que yo encuentro interesante, y por eso lo pienso en términos más como procesos que como funciones, es que expuesto a tener que alabar a alguien o algo, uno en el acto mismo de estarlo escribiendo puede proceder al acto poético, en que aparezcan escenas, ideas, una vinculación con el inconsciente que uno no tenía, de haber escrito solo de manera impulsiva, sólo desde el acto poético. 

 

La devoción, la pleitesía, el enaltecimiento, la adoración y la alabanza, teniendo evidentemente una raigambre religiosa, y que también se extendía a los monarcas -al poder en general- por supuesto que tienen que ver mucho con la certeza. En el sentido de adscribir a ellos el lugar de la verdad. Y por otro lado, evidentemente tienen que ver con el poder. Y para mí, una cosa es el poder de la palabra, donde engarzo el acto poético, y otra la palabra del poder, que no opera en tanto lo que el lenguaje puede hacer en términos poéticos, sino que opera bajo la lógica más antigua del poder -sea poder económico, territorial, de género, etc. Entonces, si pudiera reducirlo a una sola palabra, lo que suponen esas ideas a la poesía, es que para mí la poesía, la literatura, el acto creativo que las conduce, es siempre de duda. Si yo ya sé algo, no tengo para qué escribirlo. Y ese proceso de duda se opone a esos conceptos que me señalas. Por supuesto, está lleno de ejemplos de grandísima poesía generada a través de este tipo de actitudes. Ahora, me parece que la adoración, en general la pleitesía, etc., son conceptos que yo considero a-críticos. Y me parece que la gran poesía, del tipo que se ha escrito, es siempre crítica, es siempre dudosa. Es la poesía mística: San Juan de la Cruz, Santa Teresa, ellos están permanentemente dudando. Parece adoración, pero no. Es un espacio de inquietud. 

 

¿Podrías elaborar un poco en la idea de que la celebración de un acto de la naturaleza, o de un plato de comida, también puede ser un acto poético en la medida en que hace presente esta fisura en el lenguaje?

El mayor mérito de las odas, cuando son seculares, como el caso de Neruda, es que se dan cuenta de algo que estaba allí en la realidad que no había sido considerado como poético previamente. A eso me refiero con la fisura. Porque poético para todo el mundo son las estrellas, el mar, la noche, etc., y de pronto la oda puede fijarse en aquellos espacios que parecen plenamente cotidianos, como un plato común y silvestre que se come en la costa, o el nacimiento de un animal. Cosas completamente cotidianas. Entonces lo que hace esa fisura, al celebrar aquello eventualmente pequeño o no importante, es justamente alterar el orden del poder sobre las cosas. Aquello que no parecía importante puede serlo. En eso pienso en términos de una fisura. Que no sólo es estética, sino que también es ética. De adulterar la relación entre grande y pequeño, entre lo importante y lo que no lo es. Y en términos del lenguaje, se genera un lenguaje nuevo. Es una fisura porque se requieren palabras y modos de decir que no existían antes, para poder dar cuenta de una realidad que tampoco existía en ese lenguaje.

¿Qué referencias sugieres al hablar de oda o poesía devocional?

Juana Inés de la Cruz, que es extraordinaria, con esa noción de la segunda persona que se dirige al amado, o a la amada, o a lo divino. Definitivamente habría que sumar a San Juan de la Cruz, que es Juan Mena, con La Noche Oscura del Alma, que tiene que ver con ese vacío que uno espera sea llenado. Evidentemente las odas de Neruda, pero en general casi todos los textos fundantes de distintas culturas. Pienso en el Popol Vuh por ejemplo. 

 

¿Qué relación existe entre la poesía, o el acto poético, con el escenario o espacio escénico?

Creo que el escenario constituye una disciplina completamente distinta de la escritura, y que la poesía es lenguaje, y esto es en el papel. Pero también pienso en esa misma abstracción del poema. No es que uno diga, como en la pintura, que “aquí está la pintura”. Si uno se pregunta ¿dónde está el poema?, puede estar en el papel, en la roca, en el aire, en sabérselo de memoria… Yo tengo un cariño particular por la representación escénica de los textos, sabiendo que es una disciplina completamente distinta, y que excelentes poetas –y poemas– no logran ser representados. Pero siento que a través del ejercicio de la memoria, sobre todo en nuestros países, que son tan faltos de ella, y por eso se nos han reproducido tantos abusos y tragedias, es fundamental ejercitarla. Sobre todo considerando que la tradición nuestra, de este continente, era oral, y que la poesía se transmitía oralmente; y que la poesía tiene cierto metro, cierto ritmo, cierta rima, para ser recordada. Y cuando se es recordada, uno queda con las manos libres, con los ojos libres, y puede hacer lo que Ranciére pedía de cualquier texto literario, que devolviera la mirada. Y literalmente devolverla, poder mirar a aquellos que están escuchando el texto, ver lo que van sintiendo. Y esa comunión, esa comunicación posible a través del lenguaje trastocado me parece central. Por eso confío en el espacio del escenario, y en lo que rodea, porque la poesía sólo por algo contingente se separó de la música en occidente. Antes eran una misma cosa. 

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